Los sabios han querido abarcar siempre en un solo concepto las múltiples dimensiones del hombre. El más popular es el del homo sapiens, que resalta por la capacidad de razonar y del lenguaje. Pero también es cierto que el concepto del “hombre que sabe” no abarca al ser humano en toda su magnitud.
El holandés Harold Huizinga publicó a mediados del siglo pasado el clásico homo ludens y, hasta ahora, es el concepto que más ha explicado al ser humano en sus múltiples dimensiones, pues subraya el espíritu lúdico del hombre, ese que genera impulsos para actuar, para crear, para entretenerse, para competir, apoyado en el hecho de que el juego existe antes que el habla e, incluso, antes que la cultura.
El espíritu lúdico gatilla la imaginación y se manifiesta luego en el arte, en la innovación, en los deportes, en la ciencia, en los hobbies, en las fiestas, en el espectáculo y en la competencia.